lunes, 3 de marzo de 2014

Diario XVIII:

Dos días de nuevo en la facultad. Me he obsesionado, sin mayor evidencia, con la soledad de este lugar antes del inicio de clases. Y es que se me olvida que pocos añorarían estar aquí sin mayor motivo de fuerza. Quizá tienen mejores cosas por hacer. Esta observación es variada en este lugar (algunos trabajan, están con familiares con quienes no pueden compartir durante el año...). Estar aquí no es esencial; para algunos es optativo de algo mejor de lo que tienen cuando no están aquí.

Desperté en la casa de una amiga después de una noche de películas de esas que se ven en grupo (toda una bomba ver a Schwazenneger y Stallone en la misma pantalla). La velada se nos extendió hasta las 02:00 a.m., primero, conversando sobre temas paranormales en la ficción y en nuestra no-ficción. Desconsolaba los nervios de mi amiga cuando le hacía señas de que alguien estaba detrás de ella y le miraba siniestramente. Arden los golpes de almohada, les comparto.

Para dejar de extender la angustia auto-infligida, terminamos por ver otro filme. Yo quedé rendida a los 15 minutos, la anfitriona también, calculo. El caballero que nos acompañaba se retiró, como sospechaba que haría con su corazón blanco, dejando a dos mujercitas dormitando en una habitación y a otra mujercita que estaba en la cocina y que nos levantó para acomodarnos.

Esta mañana comenzó con un dejo de consciencia que se alumbraba con las gotas de lluvia suaves en el exterior. El mejor sonido para una mañana en la que muchas responsabilidades no hay. La anfitriona amablemente me ofreció desayuno una vez que me levanté y me dispuse con mis cosas a salir. Me disculpé con la excusa de que esperaba una llamada para la que necesitaba tener mi ordenador a la mano. Tal llamada nunca llegó.

Regresé al campus con el mismo atuendo. Dudo que alguien haya notado. Mas no dejo afuera las sorpresas de que algún ojo siempre esté vigilante... Regresé para acomodar un poco lo que con tanta facilidad logro desordenar donde habito, hice una lectura espiritual y revisé si había algún correo. De ahí, caí a una hora de búsquedas y entretenimiento por Facebook y Youtube hasta que fue casi el mediodía. . Tenía ganas de ver si estaba disponible la ceremonia de los Oscar con los comentarios de Pichot (enana adictiva(. No lo estaban pero encontré otro material. Ignoré deliberadamente la invitación que tenía para almorzar de nuevo con la amable anfitriona buscando algo para comer antes. Desistí un poco de mi rechazo a la invitación pues creo que al final me entusiasmó más la idea de comer con algo casi hecho en casa.

Regresé al domicilio después de ser avisada que ya estaba ahí, pues mi amiga me preguntó si iba. Hice el recorrido, un poco ahogada en los pe pensamientos que me traen de Diciembre esas calles de camino a esa casa. Nostalgias baratas, de dos pesos. Llegué para encontrarme con los de la des-velada. Saludé con un débil y superficial comentario: "Hola, corazones".

Comimos lo que había visto en primer lugar. No recuerdo mucho de lo que hablamos. En algo más estaba distraída para seguía el hilo del tema de alguna manera. También me distraía el caballero de corazón blanco y silencioso que tenía frente a mí. Una vez cesó el alimento, mi amiga sugirió jugar al "UNO".. Predije que mis planes de estudiar para el final o terminar de editar mi documental se fueron lejos. Algo me core por las venas cuando estoy cerca de ellos que será siempre más importante compartir que destacarse en lo académico, y que  que la vida estará más allá de lo académico (principio que me tuve que meter por debajo de la piel para sanarme los nervios también). Aposté, después de cuatro partidas, que el que perdiera, cocinaría el dulce de la tarde.

No, nunca había preparado torta fritas. La anfitriona tuvo a bien documentarlo en su cámara casera Aprendí que lo que se amase con levadura, tiene que reposar y que En medio de esto, reproducíamos canciones escogidas con minucioso cuidado para el malestar del otro. En realidad, eso era la tetra que. Fuimos de Nelly, No Doubt, The Cranberries, hasta que terminé bailando ritmos centroamericanos Quedaron listas las tortas fritas que terminaron por comerse la mitad, acompañadas de algo de los dulces que trajo el caballero del corazón blanco y silencioso. Nos instaló de nuevo la anfitriona en su habitación para ver otro filme. Otro filme de esos que yo solo vería en grupo y no por elección propia (capaz que no soy la única): "Valiente". con la anfitriona. se armó Yo me instalé al lado de él, por que "no sé". Siguió de la ronda con otro filme que terminó por sorprendernos a nuestro agrado a aquellos que no lo habíamos visto. "Monsters University". Una vez que terminó, preguntamos la hora. Estaba por ser las nueve de la noche. Nos sorprendió como pasó el tiempo. Llevamos platos y vasos a la cocina, y mi amiga siguió relatando el episodio que sufrió con el novo de la anfitriona sobre su confesión de no amistad hacia a ella. La escuchaba co n la mitad de mi cabeza, mientras que la Me invitó a quedarme después de que la anfitriona no estaba en casa. Preferí denegar y regresar. otra buscaba algo inteligente para decirle. Me fui acompañada del caballero, que expresó retirarse si no había invitación a alguna actividad más. También nos advirtió sobre los medicamentos que ingeríamos para el malestar, pero lo advertía con una manera tan sencilla y blanca que no son de la clase que te iirritan.

¿Qué maás agrego? Parece que el caballero conversa mejor por escritp que verbalmente. Sigo redactando este mediocre diario mientras converso con él.