jueves, 25 de junio de 2009

Al que madruga.

Oye, despierta, despierta! ¿No ves la hora que es? Deja de rascarte los ojos y sacude las cobijas que no lavaste ayer. Y no creas que porque me das la espalda no me oyes. Bien lo sé. Hay tanto por hacer hoy, y mira que el sol ya salió. Es temprano y puedes aprovechar toda esta mañana para que hagas esas cosas que tanto quieres hacer entre semana y que los estudios no te dejan. Ay, no seas necia y párate ya. Mira que hoy puedes ver a las personas que más quieres, llamarles improvisadamente y pasar amenamente la tarde, o puedes sentarte enfrente de tu piano a continuar esa obra de la que tanto me contaste, querida. O al menos ayudame a recoger todo este desastre que dejaste anoche. ¿Que tanto andabas haciendo, ah?

Voltea ya algo disgustada


Ok, ok. Sigue acostada ahí, que no llegarás a ninguna parte y yo mientras prepararé un café que espero no tener que derramartelo en la cara para que me hagas caso.

Sale del cuarto y regresa con la tetera de porcelana llena de café. Se aproxima su rostro a la dama de la cama, cuando de pronto se oye que la porcelana pega en el piso. La dama de la cama estaba sosteniendo un papel entre sus manos, pálida y no respiraba con un rocio rosado en todo su pecho.