jueves, 28 de enero de 2010

¿Dónde rayos guardé el papel? Le había puesto tu nombre.

No quiero perder el ejercicio de los dedos o de la mente. Nunca.
Éstos dedos no deberían ser de carne y hueso. Deberían ser de tinta.
La tinta que gotee sobre los pies que caminan en busca de la felicidad.
La tinta que marque las manos que se apoyan en las paredes cansados de andar.
La tinta que ser marque en los rostros por líneas cuando se sorprendieron o querían limpiarse la frustración de no ser más que un cuerpo.
La tinta que dibuje sobre el pecho un mapa de conquista.
La tinta que no se lave totalmente a la primera vez y sea un dejo de recuerdo agradables por días.
La tinta que firma el acta de defunción de alguien que ciertamente quizo descansar en paz.
Que sea una fuente eterna, el único y verdadero oro negro.
Ha llovido tinta sobre las naciones y los pueblos, del resto estar si se quieren lavar.
Sumergirme en tinta y que al salir, se escurran y queden todas las letras en relieve y puedas leer sin restricción de que un día desaparecerá.

Deseos tan negros y lustrados pero ligeros como la tinta.