martes, 29 de junio de 2010

Transitions Vol. 6

Son las once de la madrugada y me estoy durmiendo en plena obertura. Necia, dulce, necia, amarga. La atmósfera es reducida al aire que circula en el pasillo y la conciencia se divide en dos para equiparar los pasos y no tambalear. Se vuelve a fraccionar y una parte se va a lo metafísico innecesario y la otra con las responsabilidades antes apreciadas.

Yo lo único que siento por voluntad es querer que todos guarden silencio, apabullándolos con un gesto infantil, inclinar la cabeza y querer escuchar lo que está pasando del otro lado del mundo.

¡Hace cuánto no me ausentaba! Pero me extraño en los cincos sentidos. Me cuida, me protege, me entiende más de lo que puedo hacerlo por ahora.

Susurro por la timidez de mañana será igual. Me llevo las manos a la boca si es necesario.
Susurro por la falta de oxígeno, y ¿qué hago?

Me río. Me río fuerte. Me río dejándome caer atrás del asiento. Me río de nuevo con el mismo gesto como queriendo caerme y romper la silla con el suelo y el suelo con mi cabeza. Me río de la muerte.

Quiero que sea mañana, despabilar mi rostro, ver la aurora y detener los torbellinos de color. Sólo quiero un silbo delicado a blanco y negro porque la vida es más frágil de lo que creo. Prefiero mi sonrisa a sombras sobre un papel, que mis carcajadas en la mejor definición desde un féretro.

Es más complejo de lo que se lee.