sábado, 22 de septiembre de 2012

Diario XIV

Hoy, me desperté temprano y tomé un libro que me habían regalado para leer. He comenzado a leer más. O al menos, eso intento. Desperté y miré el panorama de todas las mañanas y a la vez, no el de todas. Hace poco, recibí en mi habitación una nueva compañera del cual me encanta su nombre.

Miré hacia mi frente y estaban las dos camas en litera. La primera, la de abajo, dormía y dormía como cualquier otro sábado de mañana. La de arriba, también. Se destacaba la figura de la punta de su nariz. Saqué el libro y leí hasta más allá de lo que creí que leería un sábado a las 7 de la mañana. La noche anterior había sido despertada de un susto por una amiga que le pareció buena idea entrar a mi habitación con la luz apagada y sorprenderme. Me retorcí para un lado y para el otro indiscriminadamente. Algo patético, sí. Pero ella se reía.

Siguió la mañana con volver a caer dormida hasta una hora próxima de las diez. Me desperté contra mi voluntad una vez más, me dieron una pastilla para los dolores de cabeza y del cuerpo. Y como muchos sábados, entre mis amigas me "vistieron", me asesoraron y yo les asiento con la cabeza en automático aunque refunfuño de vez en cuando. Cuando estábamos por terminar nuestros arreglos cotidianos de los sábados, la nueva compañera, que se preparaba para seguir su rutina de un sábado, nos dijo que nos veíamos lindas. Yo asentí tímida.

Nos dirigimos a un sitio en el que se frecuenta hacer una especie de discusión sobre un tema que se estudia durante la semana. Fue tanto lo que dijeron o es poco lo que yo puedo digerir las mañanas de los sábados que salí un poco más confundida que de costumbre. Y en el medio de eso, una chica me dijo que me veía muy linda hoy.

Salimos y caminaba atrasada a mis compañeras. Una, quién no repara nunca en guardarse las cosas me dijo: ME CAES MAL, TODA LA ROPA TE QUEDA BIEN. Refunfuñé.

Maricona yo, no me aguanté expresar mi confusión por la discusión anterior en el sitio. Todo se remitía a respuestas cortas, explicaciones que sabían no me iban a satisfacer...es una rutina de sábado.

Vino el almuerzo, vino la sobremesa y muchas risas. Mi amiga me contaba una experiencia que contaba con cientos de condones sobre una cama. Es mucho más inocente de lo que parece. Inocente no fue que yo dijera en voz alta en medio de una sala de comensales casi llena: hundreds of comdonms in a bed! Una y otra y otra vez.

La tarde siguió con un té, una llamada de mamá, llamadas no queridas, llamadas que no podían llegar. Hay una llamada que esperaba incesante. Y me parte el corazón y la vida que no llegue.

Siguió con una caminata no programada que terminó en tirarse solo al frente del hogar en el que vivimos con una mantas. A leer, como había querido. Ese hubiera sido el final perfecto. Y aquí, lo va a ser.